La Universidad de Guadalajara ha cargado por 45 años su desdén por el Movimiento Estudiantil del 68, fecha en que operó del lado del gobierno de Díaz Ordaz
Pasaron 45 años, cambió el entorno, llegó la modernidad, cambiaron los rostros, pero lo que no ha cambiado son las ideas libertarias de los mexicanos y mucho menos el sistema político, que el 2 de octubre del 68 mostró una de las mayores furias que se haya visto en la historia contra estudiantes que sólo pretendían la democracia del país, la libertad de presos políticos y la derogación del delito de disolución social.
No obstante, las revoluciones sociales que se habían desatado no solo en territorio mexicano sino en el mundo entero, la Universidad de Guadalajara con su brazo ejecutor, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), permanecieron ajenos a las movilizaciones estudiantiles, actuando como enemigos y al servicio de la Presidencia de la República.
Muchos son los testimonios que dan cuenta de cómo personajes jaliscienses reprimían las manifestaciones en los centros universitarios. Y hay otros que quisieran borrar el episodio del 2 de octubre de 1968 porque a esta distancia les causa vergüenza, al verse involucrados en la disolución de jóvenes que posteriormente se enfilarían en la guerrilla mexicana para continuar su lucha por la democracia.
EL MOVIMIENTO DE LOS INDIGNADOS EN LOS SESENTAS
La vida de los años sesenta no era fácil para el pueblo mexicano, la pobreza extrema se acentuaba tanto en los pueblos rurales como en los urbanos, el desempleo imperaba, el analbetismo era evidente, el 47 por ciento de los decesos en la época era por enfermedades infecciosas y parasitarias por falta de acceso a la salud pública.
La década de los sesentas arrancó con chicas de faldas entalladas a la rodilla o vestidos de “globo”, tacones de aguja, medias sin raya, peinados piramidales con crepé y lacas; ellos vestían pantalones angostos, sacos abotonados casi hasta el nudo de las angostas corbatas y peinados sin brillantinas.
Los más “rebeldes”, en motocicleta, lucían enormes copetes y chamarras de cuero. Aunque más reducidos en número, brotaban grupos de existencialistas vestidos de negro y huaraches; leían a Sartre, escuchaban a Juliette Gréco y a Bob Dylan. Mientras las fugaces chicas a go-go bailaban en jaulas para escándalo de los adultos.
Pero esos desenfrenados mostraron su compromiso social ante la insuficiencia de escuelas de enseñanza media, el rechazo en las prepas, apoyaron a Cuba y repudiaron la guerra en Vietnam; sufrieron la infiltración de los nefastos “porros” pagados por funcionarios universitarios o por políticos, que serían el antecedente de los “halcones”, jóvenes preparados como paramilitares.
Había otro ingrediente, una semilla que se esparcía por el mundo y eran las revoluciones entre la que sobresalía la de Ernesto Che Guevara, quien junto a Fidel Castro, tumbaron del poder al militar Fulgencio Batista el primero de enero de 1959.
El romance con las enseñanzas del chileno Salvador Allende y de Ernesto Che Guevara y su Revolución Cubana, fue el germen para que grupos de tinte socialista surgieran a lo largo y ancho del país. Y precisamente las universidades públicas fueron pilares importantes en la transmisión de la ideología socialista.
Desde las aulas educativas y universitarias se debatía sobre esas revoluciones que surgieron en todo el mundo, lo que ahora nosotros les llamamos el movimiento de los “Indignados”.
Aunque la apertura de los medios no era la adecuada, los estudiantes, obreros, amas de casa y campesinos sabían de otras luchas como la de Indonesia, Guatemala, Brasil, Chipre, Chile, Argentina, lugares que culminaron con matanzas producto de las dictaduras.
Para los años sesentas Estados Unidos ya usaba aviones espía contra la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); asimismo, asesinan a Rafael Leonidas Trujillo, dictador de la República Dominicana desde 1930; en Cuba ocurre la Crisis de los Misiles y el presidente estadounidense John F. Kennedy amenaza al mundo con una guerra nuclear.
Pero los acontecimientos no pararon allí en 1963 finaliza la Guerra de Argelia y se independiza de Francia; en el mismo año Martin Luther King marcha sobre Washington en contra de la lucha racial.
En 1964 se da golpe de Estado en Brasil, militares brasileños derrocan al presidente João Goulart y por si fuera poco Estados Unidos comienza una intervención abierta en Vietnam apoyando al régimen de Vietnam del Sur.
En 1965 Mao emprende la Revolución Cultural del Proletariado en China y Estados Unidos hace un bombardeo intensivo sobre población civil en Vietnam del Norte.
En 1966 se da el golpe militar en Argentina. Y lo que más dolió a los grupos socialistas de esa época fueron los acontecimientos de 1967 cuando militares bolivianos contratados por la CIA asesinan sin juicio previo al guerrillero Che Guevara y en 1968 asesinan al activista Martin Luther King. Además en mayo del 68 se da la Revuelta Estudiantil de Francia.
En México entre los primeros acontecimientos de los sesentas está el asesinato de Rubén Jaramillo y de toda su familia el 23 de mayo de 1962. Los sucesos de Ciudad Madera en 1965, la represión de la huelga de los ferrocarrileros entre 1958 y 1959, la represión de las universidades en Morelia, en Sonora, la matanza de Atoyac de Álvarez.
Estos fueron solo algunos de los ingredientes que motivaron a los grupos estudiantiles a agruparse en las filas de las luchas socialistas de esa época, a la que el pueblo mexicano huérfano del Estado no era ajeno y que además idealizaba hace 45 años la palabra democracia.
UDEG Y JALISCO DIVORCIADOS DE LUCHA ESTUDIANTIL
Héctor Heladio Hernández, Benjamín Ramírez Castañeda, Daniel Ramírez Meza, Armando Rentería, Arnulfo Prado Rosas, Guillermo Pérez Mora, José Luis Meléndrez Luévano, Juan Manuel Rodríguez Moreno, Alicia Estrada Estrada, Bertha Lilia Gutiérrez Campos, Ignacio Olivares Torres, Bonifacio Mejía Segundo, Jesús Morales Hernández, Guillermo Robles Garnica, René Delgado Becerra, Ricardo Rodríguez Moreno, entre otros nombres convergieron en la misma época y con la misma ideología de lucha de justicia social.
Antes de 1968 un visionario y creador de la Escuela Politécnica y de la Universidad de Guadalajara (UdeG), don Guadalupe Zuno Arce, desde la doctrina masónica formó un grupo de estudiantes en las llamadas Juventudes Juaristas de Jalisco.
Según el testimonio de Bonifacio Mejía Segundo este grupo de estudiantes, entre quienes estaba Antonio Marrufo Torres, simpatizaban con el movimiento estudiantil de la época, que demandaba del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, del llamado partido oficialista Revolucionario Institucional (PRI), un pliego petitorio de seis puntos, entre los que sobresalía la abolición del Artículo 145 y 145 Bis del Código Penal Federal, que contemplaba una absurda figura delictiva y que hablaba de la disolución social, que servía el gobierno para reprender a quienes estaban en su contra.
“Se la aplicaban a cualquier mexicano que fuera discordante, que no estuviera congeniando con ese gobierno autoritario de un solo partido político”, comentó para ORIGEN el entonces militante de las Juventudes Juaristas, Bonifacio Mejía, El Boni.
En el pliego petitorio también se exigía la libertad inmediata de los presos políticos Valentín Campa y Demetrio Vallejo Martínez, activistas del Partido Comunista que iniciaron y propagaron la lucha sindical de los ferrocarrileros.
Además exigían con rígor, situación que molestó al gobierno de Díaz Ordaz, la destitución de los jefes policíacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea.
Pero en Jalisco ¿cómo se vivía esta época?
ORIGEN entrevistó a Benjamín Ramírez Castañeda, El Benja, quien no dudó en señalar que la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), brazo ejecutor de la Máxima Casa de Estudios, que tenía como líder moral a Carlos Ramírez Ladewig, era la encargada de reprender y disolver las manifestaciones en apoyo al conflicto estudiantil que se enfrentaba en el Distrito Federal.
Lo mismo indicó El Boni: “La postura de la FEG era la de apoyar al gobierno, la de tratar de impedir a toda costa que llegaran aquí los brigadistas y activistas políticos del Consejo General de Huelga”.
De la historia nadie se escapa y el entonces rector Ignacio Maciel Salcedo, Enrique Alfaro Anguiano y Alfredo Chavarría Velasco, entonces presidente y vicepresidente de la FEG, fueron quienes obedecieron las órdenes de las autoridades presidenciales y de la Universidad de Guadalajara (UdeG),
De acuerdo al expediente 100-12-1-68 de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que obra en poder del Archivo General de la Nación, en la UdeG se imponían infracciones justificadas en un reglamento de ornato por fijar propaganda comunista.
Para el mes de julio la propaganda a favor de Vietnam incrementaba presencia, misma que era auspiciada por la propia FEG, mientras su presidente Enrique Alfaro Anguiano realizaban colectas de dinero que era enviado al pueblo vietnamita, en tanto en México Díaz Ordaz –con ayuda de la Máxima Casa de Estudios de Jalisco- libraba una guerra contra los estudiantes inconformes con la política social.
El Boni en la entrevista recordó las declaraciones del entonces presidente de la FEG, Alfaro Anguiano, las que consideró desafortunadas al advertir que estaban prestos para vigilar las instalaciones de los planteles educativos para detener a los activistas de la Ciudad de México y entregarlos a las autoridades.
Y efectivamente eran entregados pero no a los cuerpos policiacos preventivos sino a las autoridades militares de la XV Zona Militar.
“Nos dolió mucho la postura adversa de la FEG hacia el movimiento del 68. Lamentamos mucho que la FEG no se sumara al reclamo”, apuntó Bonifacio Mejía.
Cuenta El Benja que la propaganda oficial de la Presidencia de la República hablaba de una conjetura comunista, “de un complot comunista pero si analizamos los seis puntos del Consejo Nacional de Huelga veremos que ahí no hay nada de comunismo”, advirtió al momento que indicó que nunca hablaron de impedir las Juegos Olímpicos.
En agosto del 68 el presidente de FEG expresaba su total respaldo al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz al indicar (Expediente 100-12-1-68) que repudiaban el movimiento estudiantil porque carecía de bases al tiempo que amparaban la intervención de la fuerza policiaca.
Para ese entonces Díaz Ordaz percibía la realidad en blanco y negro y antes el 26 de julio la represión gubernamental subió la violencia en dos marchas estudiantiles, una de Estudiantes Democráticos en apoyo a la Revolución Cubana y otra de politécnicos, en el Zócalo, para protestar por los abusos de la autoridad. Hubo 8 muertos y más de 200 detenidos.
Allí se organizaron los primeros comités junto con las autoridades de la Máxima Casa de Estudios del país. Para el 29 de entra el Ejército Mexicano a los planteles educativos y detienen a más de mil estudiantes y hay más de 400 heridos.
El entonces rector Javier Barros Sierra se va al paro generalizado y encabeza una manifestación de duelo con más de 80 mil asistentes. Crean el Consejo Nacional de Huelga y el 13 de agosto salen a las calles más de 150 mil estudiantes exigiendo la salida del Ejército de los planteles universitarios. Una marcha histórica se registra el 27 de agosto con 350 mil manifestantes.
En ese mismo mes de agosto del 68, brigadistas del Distrito Federal lograron arribar a territorio jalisciense y en Autlán (según expediente de la DFS 100-12-1-68), en donde llevaron a cabo una mesa redonda para abordar los orígenes y razones que asistieron al estudiantado de México para involucrarse en el movimiento.
Los jaliscienses Gregorio Rivera y Jesús Cueva Pelayo fueron los ponentes, quienes informaron que fue el 26 de julio del 68 cuando recibieron la primera agresión por los cuerpos de represión lo que motivó que la UNAM y el Politécnico Nacional se unificaran en un movimiento contra el gobierno. El aviso fue la gran marcha del 27 de agosto y el mitin permanente en el Zócalo.
En el informe presidencial de Díaz Ordaz agredió: “Hemos sido tolerantes hasta el exceso… no podemos permitir que se siga quebrantando el orden jurídico”, para luego afirmar que la derogación del artículo 145 es imposible.
La FEG para esta fecha exigía una vez que la Presidencia hiciera uso de la fuerza federal para entablar el orden y Gustavo Díaz Ordaz el 18 de septiembre toma Ciudad Universitaria con 10 mil soldados, con saldo de 500 heridos. Seis días después se da la ocupación del casco de Santo Tomás, del Poli con 9 muertos. En la toma del Instituto Politécnico Nacional participaron mil 800 soldados y 4 mil policías.
300 tanques, dos regimientos de caballería (vestidos de civil), helicópteros, granaderos, fusileros paracaidistas, batallón de infantería, policía militar, Policía Preventiva del Distrito Federal, Batallón Olimpia (vestidos de civil), Policía Judicial, Servicio Secreto, cinco mil soldados, 15 mil balas de alto poder, apenas para acabar con la “conjura comunista” de 10 mil estudiantes que se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas.
Dos luces de bengala por encima de la iglesia fue la señal tiros desde la azotea y ventanas del edificio Chihuahua. Miembros del Batallón Olimpia llevan un guante blanco y disparan contra la gente.
Francotiradores disparan indiscriminadamente; los soldados también lo hacen a quemarropa. Miles de estudiantes, maestros, padres de familia, médicos, organizaciones civiles, femeniles, ferrocarrileros y campesinos quedan atrapados bajo lluvia de balas expansivas.
Detenidos contra la pared, les quitan los pantalones. Culatazos, amenazas y traslado de los integrantes del Consejo Nacional de Huelga al Campo Militar Número 1.
Ese fue el dos de octubre que pasó desapercibido en Jalisco, en donde imperó la nula solidaridad de la UdeG hacia la UNAM, la represión contra los estudiantes disidentes a la escasa democracia en la Máxima Casa de Estudios del Estado. Contrario al apoyo se convirtió en cómplice del gobierno al entregar a militares a los supuestos “agitadores comunistas”
“La historia de México es diferente después del 2 de octubre y tenía el propósito de arreglar las libertades democráticas”, manifestó Benjamín Ramírez Castañeda en tanto sentenciaba:
“Lo que ocurrió en 1968 no fue algo simple, algo que debemos menospreciar, ese fue un genocidio y ahora podemos ver sin dudas y sin temor a equivocarnos que quienes nos calificaban de comunistas y quienes nos calificaban de traidores a la Patria y de enemigos del pueblo de México, esos son los verdaderos traidores a patria: Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz”.